Nuestras ciudades contemporáneas constituyen la más grande obra que en términos materiales y culturales hayamos construido los colombianos, pero la hemos hecho sin consciencia y sin propósito.
Así, les hemos edificado un espacio que desnuda nuestras insensibilidad e incapacidad de grandeza. No asumimos su sentido comunicativo, somos sordos a sus llamados a la interlocución, no escuchamos los mensajes con los cuales, desde la potenciación de la diferencia que ellas encarnan, nos convocan a la conversación, al intercambio, a la reflexión colectiva, al pensamiento.
Por ello, también de manera inconsciente, tendemos a naturalizar la interrupción que en ellas se hace de la fiesta que es la vida, a aceptar el atentado contra el arte y a ignorar el juego de los símbolos.
Autor: Fernando Viviescas
Publicado en/por: Revista Universidad Nacional de Colombia
Año: 1998
Idioma: Español